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Aprender con Inteligencia Artificial IA

Aprender a usar las tecnologías de la inteligencia artificial para potenciar la creatividad humana en beneficio del bien común,

Eleonora Badilla Saxe

Para responder a mi pregunta, ChatGPT tardó un segundo en responderme que, una computadora moderna y rápida puede procesar una división entre dos números de doce dígitos en cuestión de milisegundos o menos. Esto, porque los procesadores tienen múltiples núcleos y realizan varias operaciones en paralelo. También me respondió que una persona, sin instrumentos de apoyo, puede tardar algunos minutos en realizar la misma operación. La diferencia entre algunos minutos y milisegundos o menos es, relativamente diminuta o enorme, dependiendo de las circunstancias. Desde que usamos las computadoras personales de manera cotidiana, esa diferencia nos parece enorme. Si una computadora tarda un minuto completo, en vez de milisegundos, en procesar una información que le solicitamos, nos estaremos quejando de que está muy lerda. De esta manera, en relación con las computadoras hemos asumido los milisegundos, dándolos por un hecho, sin mayores sorpresas. 

Pero cuando la Inteligencia Artificial IA se comenzó a hacer popular y llega a nuestras manos, recuperamos el asombro por los milisegundos. Por ejemplo, una de las aplicaciones más reconocidas en este momento es el ChatGPT que procesa en milisegundos, ya no solamente cifras, sino un lenguaje que parece natural y que además es entrenable; utiliza gran cantidad de datos para generar respuestas coherentes y relevantes a preguntas y conversaciones que parecen naturales, sobre diversos temas. En particular (pero no solamente) el ChatGPT ha provocado tanto admiración como miedo, generando las más diversas reacciones alrededor del mundo. Las posiciones varían desde la celebración incondicional por el avance de la tecnología previendo los más maravillosos desarrollos; hasta la prohibición absoluta de su uso, temiendo el declive de la inteligencia y la evolución humana.

Guardando las enormes distancias, esta dicotomía en presencia de nuevas tecnologías me recuerda, por ejemplo, la invención de la imprenta en Maguncia, Alemania, circa de 1440 por Johannes Gutenberg. Hasta ese momento el conocimiento se transmitía fundamentalmente por tradición oral y las únicas fuentes escritas de peso eran las de los monjes. El feudalismo le había otorgado el papel de reproducción y difusión del conocimiento a la iglesia católica, aceptando también que ejerciera censura, de acuerdo con su propia agenda. La imprenta no solamente quitó el poder del saber a la iglesia, sino también provocó el nacimiento de nuevos focos de poder económico, mismo que comenzó a ser detentados por las nacientes imprentas. La historia ha dado cuenta del enorme impacto que ha tenido la imprenta en el progreso de la humanidad y del recibimiento positivo que ha tenido por varios sectores de la sociedad. Pero también algunos libros de historia relatan que hubo gran oposición a la nueva invención. El príncipe Adolfo II de Nassau, también arzobispo de la ciudad no estaba de acuerdo con la democratización del conocimiento por lo que ordenó el saqueo de Maguncia.

Acercándonos más a este tiempo y a la inteligencia artificial, en la década de los años 1980 aparecieron las computadoras personales y Seymour Papert puso a disposición el Lenguaje Logo, representado por una tortuga, un animal cibernético controlado por la computadora cuyo comportamiento es susceptible de ser programado incluso por un niño.

Hasta el día de hoy se alzan voces advirtiendo unas, del enorme peligro que esta tecnología irremediablemente significa para el desarrollo y el aprendizaje; otras, celebrando casi incondicionalmente todos los beneficios que automáticamente traen a la educación.

Regresando a ChatGPT, la rapidez en procesar un lenguaje que parece natural, también nos da la idea de que la máquina tiene una inteligencia natural.  Pero no debemos perder de vista que es una inteligencia artificial, que procesa de manera veloz un lenguaje artificial.

Un artículo del reconocido lingüista Noam Chomsky fue revelador para poder entender de qué se trata. “La falsa promesa de ChatGPT”, se titula y fue publicado en marzo pasado junto con Ian Roberts, también lingüista, y Jeffrey Watumull, director de IA en una compañía de ciencia y tecnología. Ellos coinciden en la capacidad que ChatGPT tiene de procesar enorme cantidad de datos, encontrar patrones y generar resultados estadísticamente probables, que asemejan lenguaje natural y pensamiento. Pero dudan mucho que hayamos llegado al punto vaticinado de que la inteligencia artificial sobrepasará al cerebro humano, no solamente en términos cuantitativos y de velocidad de procesamiento, sino cualitativos como intuición, percepción intelectual, creatividad y otras características humanas. Advierten que aún las capacidades de esta tecnología son limitadas, y aunque pueden sorprendernos con la velocidad para realizar programación, redactar textos, responder a preguntas y escribir algunos poemas y versos simples, hay una gran diferencia con la forma que el cerebro humano razona y usa el lenguaje. Dicen: “Al contrario del ChatGPT que busca patrones entre cientos de terabyts de datos y extrapola respuestas más probables, la mente humana es un sistema sorpresivamente eficiente, y más aún elegante, que opera con pequeñas cantidades de información;  que busca más que inferir correlaciones brutas entre puntos de los datos, crear explicaciones”. Una acepción del término elegante en inglés, en un contexto científico significa agradablemente ingenioso y simple ( pleasingly ingenious and simple). 

En nuestro país, específicamente en relación con el aprendizaje y la educación, las reacciones han sido mínimas y sobre todo en instituciones de educación superior. Pero en términos generales, en nuestro sistema educativo, más bien están ausentes. Percibo un entendible temor derivado posiblemente del desconocimiento de esta tecnología, mezclado tal vez con confusión por la diversidad de opiniones en el mundo, que se contradicen entre sí.

Lamentablemente debemos reconocer, de nuevo, que nuestro obsoleto sistema educativo (no solo en Costa Rica) se ve grandemente amenazado por la velocidad con que ChatGPT puede realizar, por los estudiantes, las tareas cotidianas que les pedimos: copias y pegar; buscar patrones entre datos y extrapolar respuestas predecibles para dar en los exámenes; incluso escribir pequeños poemas y versos con sentido, que rimen.
Otra vez, estamos frente a un enorme reto para transformar la educación en un sistema que aproveche las capacidades humanas de manera que sea, parafraseando a Chomsky y sus colegas, más que eficiente, elegante, que oriente al estudiantado a crear explicaciones.

Entre tanto,  podemos aprovechar el ChatGPT y otras tecnologías digitales al alcance para soslayar la enorme posibilidad que tienen para hacer más de lo mismo; y más bien aprendamos a utilizarlas para fomentar la creatividad.

Espero que finalmente, ahora no rehuyamos al desafío. Porque esta vez, si aprendemos a usar las tecnologías de la inteligencia artificial para potenciar la creatividad humana en beneficio del bien común, estaremos dando un gran paso en pro de la sostenibilidad de la vida, la convivencia pacífica en el planeta y podremos mejorar cualitativamente el aprendizaje y la educación. 

Publicado en https://www.larevista.cr/eleonora-badilla-saxe-aprender-con-ia/

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