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Timidez intelectual

En 2021 se cumplieron 50 años de la publicación del artículo Twenty Things to do with a Computer (Veinte cosas para hacer con la computadora) de Seymour Papert (1928-2016) y Cynthia Solomon (1938).

En 2021 se cumplieron 50 años de la publicación del artículo Twenty Things to do with a Computer (Veinte cosas para hacer con la computadora) de Seymour Papert (1928-2016) y Cynthia Solomon (1938).

En palabras de Solomon, el artículo representa un esfuerzo colaborativo para crear un lugar computacional; un ambiente en el cual niños, niñas y jóvenes puedan expandir su conocimiento al explorar e inventar objetos reales e imaginarios, con el apoyo de un lenguaje de programación creado especialmente para ellos. Además de la programación, Solomon dice, al conmemorar los cincuenta años de la publicación, que entre las 20 cosas se incluían actividades físicas como hacer malabares, balancearse en una patineta y caminar en el barro. Agrega que, subyaciendo la propuesta de actividades estaba la idea de la creación de Mathland (Matemalandia), un lugar una cultura en la cual quienes participaran pudieran crear, explorar e inventar objetos con la ayuda de un lenguaje de programación diseñado específicamente para poder lograrlo.

Entre las personas que colaboraron con Papert y Solomon, es importante mencionar a Marvin Minski (1927-2016), uno de los pioneros de la Inteligencia Artificial IA, así como un equipo conformado por hackers, estudiantes y personal del grupo de IA del Laboratorio de Medios – Media Lab – del Instituto Tecnológico de Massachusetts, MIT.

Fue en ese artículo que por primera vez me tropecé con el concepto Timidez Intelectual (Intellectual Timidity), relacionado con educación en general y con el uso de computadoras en el aprendizaje en particular. Es una idea profunda y poderosa. Papert y Solomon decían en ese momento, y el concepto sigue estando vigente, que los sistemas educativos se muestran notablemente reticentes a usar las computadoras en la educación, a menos que lo que se haga se parezca a lo que ya se ha venido haciendo por décadas o incluso siglos.

En otras palabras, se trata de timidez intelectual cuando la introducción de la tecnología digital incluyendo en la actualidad la IA, se acepta en los sistemas educativos, si se le pide hacer lo que ya se hace.

A partir de esta revelación, al apropiarme del concepto, he encontrado timidez intelectual en muchas (más de las que me gustaría) de las iniciativas para la utilización de las tecnologías digitales para el aprendizaje.

Papert, también pionero de la IA y considerado el primer epistemólogo post computacional, publicó en 1980 su libro Mindstorms: Children, Computers and Powerful Ideas, título traducido de manera simplificada a Desafío a la mente: computadoras y educación. Es evidente como el título en castellano no explicita que se trata de dar el poder de la computación a los niños, niñas y jóvenes, e ignora que las ideas poderosas son las que conforman el pensamiento, la creatividad y posibilitan un aprendizaje significativo. La traducción (traduttore traditore) del título del primer libro de Papert, me parece un ejemplo de timidez intelectual. Mencionar educación en general, hace referencia a lo que ya habíamos venido haciendo, por siglos. Por el contrario, incluir la idea del aprendiente a cargo y la posibilidad de cultivar ideas poderosas, constituye una amenaza pues indica el potencial de las nuevas herramientas digitales y demanda un repensar los modelos educativos ya superados. En ese libro, Papert había sugerido el gran riesgo que debía tomarse. Dijo que no debíamos buscar efectos del uso de la tecnología en el aprendizaje, sino aprovechar su presencia para repensar totalmente la visión educativa.

Que los sistemas educativos centenarios y fabriles, que cumplieron su misión para la época para la que fueron diseñados, deben repensarse totalmente, es un concepto en el cual podemos estar de acuerdo; que la introducción de las tecnologías digitales, incluyendo actualmente la IA podría (dependiendo de cómo se use) provocar y apoyar la transformación educativa, es una realidad; que las nuevas generaciones de niños, niñas y jóvenes merecen todos los esfuerzos que se hagan, es indiscutible.

Y que los riesgos de hacerlo son múltiples, es una gran verdad. Por lo tanto, los sistemas educativos, han mostrado timidez intelectual, y confinan las tecnologías digitales a hacer lo mismo que se venía haciendo; se busca encontrar que haya efectos y que estos se parezcan a los efectos a los que estamos acostumbrados.

Las evaluaciones internacionales y nacionales – tanto de proyectos como del aprendizaje – y los diseños curriculares que incluyen tecnologías digitales, no solamente buscan el efecto de las tecnologías, sino que lo hacen con marcos de referencia derivados de sistemas educativos disciplinares y obsoletos. Con el pensamiento tímido que promueve la comodidad de la certeza, se busca aparear la transformación digital con la transformación educativa, cuando la complejidad del aprendizaje claramente indica que una no deriva automáticamente de la anterior. Por el contrario: una transformación digital que busque diseñar las tecnologías para que hagan más eficientemente lo que ya hacemos en educación, nos llevará más rápidamente hacia el fortalecimiento de modelos superados, haciéndolos cada vez más difíciles de cambiar. En ese contexto, por lo tanto, los resultados, los efectos, también son tímidos. Como decía Papert: “Mientras en las escuelas confinemos la nueva tecnología a simplemente mejorar lo que ya existe, en vez de realmente cambiar el sistema, nada significativo va a suceder”.

En 1997 Papert elabora aún más sobre la timidez intelectual. En su artículo Why School Reform is Impossible? (¿Por qué la reforma educativa es imposible?), él nos recuerda que los sistemas complejos (como los educativos) no pueden ser formados ni reformados: evolucionan. Eso significa que no es posible intervenir un sistema complejo para renovarlo, porque por mejor diseñada que esté la intervención, el sistema se resiste hasta volverse inmune. Las innovaciones que se introducen para cambiar el sistema, terminan siendo asimiladas (en el sentido piagetiano) por este. En parte por la timidez intelectual que nos impide tomar los riesgos necesarios.

En nuestro país es evidente que si bien de manera atrevida en la última década del siglo XX el Ministerio de Educación Pública y la Fundación Omar Dengo de la mano de Seymour Papert saltaron al vacío al introducir computadoras en la educación de niños y niñas de primaria de zonas rurales y en desventaja, con una propuesta arriesgada para su uso, la timidez intelectual, paulatinamente, fue ayudando al sistema a asimilar el riesgo hasta neutralizarlo casi por completo.

Pero la timidez intelectual no es exclusiva de Costa Rica. Si revisamos el estado de la educación a nivel internacional encontramos que, salvando las honrosas excepciones que nos dan esperanza, en muchos lugares la timidez intelectual actúa como conservadora de los paradigmas educativos que ya no son adecuados para el mundo actual.

En palabras de la argentina Inés Aguerrondo (1943 – 2023), esto sucede porque… “las reformas educativas se esfuerzan por respetar el modelo clásico introduciéndole nuevos elementos e innovaciones, que al no formar parte del modelo original, no tienen suficiente fuerza para transformarlo”. Por eso María Cándida Moraes (1947) la reconocida investigadora brasileña se lamenta diciendo que en educación siempre estamos lloviendo sobre mojado.

La educación requiere con urgencia, superar la timidez intelectual, lo que significa comprender que se trata de un sistema complejo y que es necesario aceptar la incertidumbre y asumir riesgos para poder permitirle que evolucione hacia modelos más acordes con las necesidades del mundo actual.

En particular, el uso de tecnologías digitales en el aprendizaje, más que ser un fin en sí mismo u orientarlo a que provoquen efectos disciplinares tradicionales, deben aprovecharse para crear espacios, lugares y culturas que promuevan la comunicación, el desarrollo de la creatividad y del pensamiento complejo y computacional.

Artículo publicado en: La Revista

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