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A la memoria de un hombre bueno

Homenaje a Don Mauro en los 118 años de su partida

Eleonora Badilla Saxe

Hoy 16 de julio se cumplen 118 años de la muerte de Mauro Fernández Acuña, conocido como el Reformador de la Educación de Costa Rica.

He escrito muchas veces sobre su mente prodigiosa; su capacidad de ejecución y su visión comprometida con la educación de las poblaciones más vulnerables.

Y hoy, al conmemorar un año más de su partida, en primer lugar escribo un lamento y ofrezco a su memoria, excusas por lo que hemos hecho con su extraordinaria e innovadora propuesta.

Don Mauro ideó un sistema coherente y orgánico y democratizó el acceso a la educación en solamente tres años. En 1885, el presidente Bernardo Soto le nombró secretario de Instrucción Pública y de Hacienda y Comercio. En ese corto lapso, impulsó el proceso educativo nacional, ratificando la gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria decretada por Jesús Jiménez en 1869 y promoviendo la creación de escuelas primarias. En su gestión, Costa Rica había pasado de tener 62 escuelas públicas (con 3.543 estudiantes de 5 a 14 años) a tener 369, que llegaban a las zonas rurales, a las que asistían 20.998 estudiantes, la mayor parte hijos e hijas de artesanos y jornaleros. Fundó el Instituto de Alajuela, el Liceo de Costa Rica y el Colegio Superior de Señoritas. Su sistema incluía jardines de infantes, escuela normales, becas de estudio para docentes, bibliotecas pedagógicas, edificios escolares, el almacén de material escolar, las juntas protectoras de la educación, las escuelas para adultos y las ambulantes, así como la creación de la revista  El Maestro para el intercambio de ideas pedagógicas y métodos. Para lograr esto, decretó la contracción de la Pontificia Universidad de Santo Tomás, dejando solamente las escuelas que tenían alta demanda como Derecho y Notariado, Medicina, Ingeniería, Farmacia y Bellas Artes. Entre sus planes estaba la creación de un Instituto Politécnico Superior.

Debido a su preclara visión sabía que el sistema debería estar vivo y abierto y que debía estar en constante evolución. Por eso decía: “Está en marcha la evolución educativa”.

Como dijo León Pacheco: “Don Mauro reformó una democracia”.

Lamentablemente en los pocos más de cien años que nos separan de su propuesta, hemos convertido el sistema en un aparato cerrado: sin interrelaciones; sin interconexiones; sin intercomunicaciones; sin flexibilidad; sin movilidad; sin pertinencia. Y por tanto, no nos ha sido posible procurar su evolución; ni siquiera su movimiento o reforma.  Más aún: miramos al aparato educativo con el angosto vidrio de los intereses partidistas del gobierno de turno; hemos evadido la tarea de establecer metas que reflejen el signo de los tiempos y  hemos eludido la responsabilidad de encontrar las orientaciones que respondan  a los intereses del Estado de Costa Rica.

Pero sobre todo, a pesar de la difícil condición del aparato educativo nacional, no puedo dejar debo celebrar la vida de este gran costarricense, de mente abierta, estudioso y con una gran conciencia y ética.

Fue Presidente del Congreso, dos veces diputado, director del Banco de Costa Rica, fiscal y juez de la Corte Suprema y catedrático de Derecho de la Universidad de Santo Tomás. Relata Luis Cruz Meza que don Mauro… “era persona de baja estatura, de facciones muy marcadas, frente hermosa, ojos muy vivos, nariz pequeña. Usaba bigote y barba recortada. La expresión habitual de su cara era sincera y tranquila; el color de su rostro casi siempre era pálido, como el de casi todo hombre que consume sus energías en los estudios y meditaciones. Su conversación, mezcla siempre de frases de mucho fondo y de expresiones llenas de intención y gracia, era en extremo agradable. Su andar era garboso y reposado, sus modales, muy finos, su trato, exquisito. A la educación completa de un gentleman, reunía la cortesía de un francés.”

A su muerte, el 16 de julio de 1905 don Mauro tuvo un Funeral de Estado. Dice el mismo Cruz Meza que durante su últimos días, todo San José́ se mantuvo conmovido. Su muerte causó terrible impresión y desde los lugares más lejanos, llegaban múltiples muestras de condolencias. El plenario de la Asamblea Legislativa fue convertido en capilla ardiente, por donde desfilaron millares de personas a rendir sus honores al gran ciudadano. En 1916 mediante decreto del Presidente Alfredo González Flores  se establece el Día del Maestro a celebrarse los 22 de noviembre, en honor a este ilustre ciudadano y es  declarado Benemérito de la Patria, por Decreto Ejecutivo 109 del 18 de junio de 1955.

Tal como dijo de él don Isaac Felipe Azofeifa: “más que el funcionario que reforma, el abogado que litigia o el economista que organiza, don Mauro fue ante todo ejemplo de elevadísima humanidad ética. De él puede hacerse el mayor elogio para una persona: era un hombre bueno”.

En honor al hombre bueno y a las nuevas generaciones de nuestro país, hago otra vez llamado para recuperar la mirada de largo plazo y la visión sistémica de nuestra educación nacional. No solamente es justo, sino urgente.

Publicado en https://www.larevista.cr/eleonora-badilla-saxe-a-la-memoria-de-un-hombre-bueno/

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